Érase una vez
En Hombres fuera de serie [sic] (Ariel, 2014), el periodista Brett Martin cuenta cómo HBO, por aquel entonces una cadena de televisión de pago por cable, y otros canales minoritarios en Estados Unidos decidieron, a partir de finales de los 90, apostar por la producción de contenidos de calidad que les permitieran diferenciarse. Para ello, otorgaron a los señores creadores o showrunners una gran libertad para innovar, tanto en lo narrativo como en lo formal, que no existía en las grandes cadenas de televisión en abierto, dependientes de la publicidad y preocupadas por no perturbar al gran público estadounidense.
Estas condiciones dieron lugar a lo que Martin llama “la tercera edad de oro de la televisión” con grandes series como Los Soprano (1999), Mad Men (2007) o Breaking Bad (2008). Más adelante, otras quisieron seguir su estela, como Peaky Blinders (2013) o Vikingos (2013), mientras el mercado de las plataformas de contenido a la carta se desarrollaba. Muchas de estas series cuentan, de forma visualmente explícita, historias duras y complejas protagonizadas por hombres carismáticos y moralmente turbios, que pueden encajar en el mito del emprendedor.
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