No puedo escribir sobre Oppenheimer sin mencionar Barbie. Las dos películas estadounidenses se han estrenado al mismo tiempo, ambas han sido dirigidas por autores que suscitan el interés de los cinéfilos (Christopher Nolan y Greta Gerwig, respectivamente) y ambas están siendo éxitos de crítica y público (especialmente Barbie, con una recaudación de 470 millones de dólares en todo el mundo, frente a los 220 de Oppenheimer), que han provocado un pico de asistencia a los cines.

Sin embargo, sus temáticas contrastan claramente. Mientras Barbie es una comedia inspirada en la muñeca infantil de Mattel y su mundo de color de rosa, llena de sonrisas y bailes; Oppenheimer es la oscura historia de un genio atormentado, el director del proyecto que creó la bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial, llena de rostros cariacontecidos. Este contraste ha dado lugar a una gran cantidad de memes en las redes sociales, y, más ampliamente, a un evento cultural conocido como ‘Barbenheimer’.

En el cine de un centro comercial, con ambas películas programadas a la vez, este contraste resulta obvio. Te cruzas en la cola de las palomitas con jóvenes engalanados en sus estupendos outfits de color rosa para ver Barbie. Pocos minutos después, en las primeras imágenes de Oppenheimer, lees cómo Prometeo fue castigado por los dioses para toda la eternidad.

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